Nocturno de Chile / By Night in Chile
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Description
Una imprescindible y escalofriante novela donde el talento del autor de 2666 y Los detectives salvajes brilla en todo su esplendor.
Sebastián Urrutia Lacroix, sacerdote y crítico literario, miembro del Opus Dei y poeta mediocre, convencido de que está a punto de morir, revisa en una sola noche de fiebre alta los momentos y personajes más importantes de su vida.
Pero a medida que la noche avanza su fiebre va remitiendo y el delirio se atenúa con la aparición de los monstruos de su pasado. Así van desfilando por el libro una serie de personajes pintados con el surrealismo típico de Bolaño: los ambiguos Oido y Odeim; un pintor guatemalteco que se deja morir de inanición en el París de 1943; Farewell, el pope de la crítica literaria chilena; María Canales, una mujer misteriosa en cuya casona de las afueras se reúne lo más granado de la literatura; y el general Pinochet, a quien Urrutia Lacroix dio clases de marxismo.
ENGLISH DESCRIPTION
A deathbed confession revolving around Opus Dei and Pinochet, By Night in Chile pours out the self-justifying dark memories of the Jesuit priest Father Urrutia.
As through a crack in the wall, By Night in Chile’s single night-long rant provides a terrifying, clandestine view of the strange bedfellows of Church and State in Chile. This wild, eerily compact novel―Roberto Bolano’s first work available in English―recounts the tale of a poor boy who wanted to be a poet, but ends up a half-hearted Jesuit priest and a conservative literary critic, a sort of lap dog to the rich and powerful cultural elite, in whose villas he encounters Pablo Neruda and Ernst Junger. Father Urrutia is offered a tour of Europe by agents of Opus Dei (to study “the disintegration of the churches,” a journey into realms of the surreal); and ensnared by this plum, he is next assigned―after the destruction of Allende―the secret, never-to-be-disclosed job of teaching Pinochet, at night, all about Marxism, so the junta generals can know their enemy. Soon, searingly, his memories go from bad to worse. Heart-stopping and hypnotic, By Night in Chile marks the American debut of an astonishing writer.“Un maravilloso torrente de emoción, una meditación histórica brillante, una fantasía cautivadora. Nocturno de Chile es uno de esos raros y auténticos prodigios: una novela contemporánea destinada a ocupar para siempre un lugar en la literatura universal”. —Susan Sontag
“La posguerra chilena y la literatura imbuyen esta inteligente y ricamente evocadora novela. La narrativa febril de Bolaño y sus ocasionales toque surrealistas nos recuerdan a los clásicos latinoamericanos del Realismo Mágico”. —The New York TimesRoberto Bolaño nació en Santiago, Chile, en 1953. Pasó gran parte de su vida en México y en España, donde murió a la edad de cincuenta años. Es autor de numerosas obras de ficción, no ficción y poesía. Su libro Los detectives salvajes ganó el Premio Rómulo Gallegos de Novela y fue uno de los Mejores Libros del 2007 para The Washington Post, Los Angeles Times y The New York Times Book Review. En 2008, recibió póstumamente el Premio de Ficción del National Book Critics Circle por 2666.Nocturno de Chile
Ahora me muero, pero tengo muchas
cosas que decir todavia. Estaba en paz conmigo mismo. Mudo y
en paz. Pero de improviso surgieron las cosas. Ese joven
envejecido es el culpable. Yo estaba en paz. Ahora no estoy en
paz. Hay que aclarar algunos puntos. Asi que me apoyare en un
codo y levantare la cabeza, mi noble cabeza temblorosa, y
rebuscare en el rincon de los recuerdos aquellos actos que me
justifican y que por lo tanto desdicen las infamias que el joven
envejecido ha esparcido en mi descredito en una sola noche
relampagueante. Mi pretendido descredito. Hay que ser
responsable. Eso lo he dicho toda mi vida. Uno tiene la obligacion
moral de ser responsable de sus actos y tambien de sus palabras
e incluso de sus silencios, si, de sus silencios, porque tambien los
silencios ascienden al cielo y los oye Dios y solo Dios los
comprende y los juzga, asi que mucho cuidado con los silencios.
Yo soy responsable de todo. Mis silencios son inmaculados. Que
quede claro. Pero sobre todo que le quede claro a Dios. Lo
demas es prescindible. Dios no. No se de que estoy hablando. A
veces me sorprendo a mi mismo apoyado en un codo. Divago y
sueno y procuro estar en paz conmigo mismo. Pero a veces hasta
de mi propio nombre me olvido. Me Ilamo Sebastian Urrutia
Lacroix. Soy chileno. Mis ancestros, por parte de padre, eran
originarios de las Vascongadas o del Pais Vasco o de Euskadi,
como se dice hoy. Por parte de madre provengo de las dulces
tierras de Francia, de una aldea cuyo nombre en espanol significa
Hombre en tierra u Hombre a pie, mi frances, en estas postreras
horas, ya no es tan bueno como antes. Pero aun tengo fuerzas
para recordar y para responder a los agravios de ese joven
envejecido que de pronto ha Ilegado a la puerta de mi casa y sin
mediar provocacion y sin venir a cuento me ha insultado. Eso que
quede claro. Yo no busco la confrontacion, nunca la he buscado,
yo busco la paz, la responsabilidad de los actos y de las palabras
y de los silencios. Soy un hombre razonable. Siempre he sido un
hombre razonable. A los trece anos senti la Ilamada de Dios y
quise entrar en el seminario. Mi padre se opuso. No con excesiva
determinacion, pero se opuso. Aun recuerdo su sombra
deslizandose por las habitaciones de nuestra casa, como si se
tratara de la sombra de una comadreja o de una anguila. Y
recuerdo, no se como, pero lo cierto es que recuerdo mi sonrisa
en medio de la oscuridad, la sonrisa del nino que fui. Y recuerdo
un gobelino en donde se representaba una escena de caza. Y un
plato de metal en donde se representaba una cena con todos los
ornamentos que el caso requiere. Y mi sonrisa y mis temblores. Y
un ano despues, a la edad de catorce, entre en el seminario, y
cuando sali, al cabo de mucho tiempo, mi madre me beso la mano
y me dijo padre o yo crei entender que me Ilamaba padre y ante
mi asombro y mis protestas (no me Ilame padre, madre, yo soy
su hijo, le dije, o tal vez no le dije su hijo sino el hijo) ella se puso
a Ilorar o pusose a Ilorar y yo entonces pense, o tal vez solo lo
pienso ahora, que la vida es una sucesion de equivocos que nos
conducen a la verdad final, la unica verdad. Y poco antes o poco
despues, es decir dias antes de ser ordenado sacerdote o dias
despues de tomar los santos votos, conoci a Farewell, al famoso
Farewell, no recuerdo con exactitud donde, probablemente en su
casa, acudi a su casa, aunque tambien puede que peregrinara a su
oficina en el diario o puede que lo viera por primera vez en el club
del que era miembro, una tarde melancolica como muchas tardes
de abril en Santiago, aunque en mi espiritu cantaban los pajaros y
florecian los retonos, como dice el clasico, y alli estaba Farewell,
alto, un metro ochenta aunque a mi me parecio de dos metros,
vestido con un terno gris de buen pano ingles, zapatos hechos a
mano, corbata de seda, camisa blanca impoluta como mi propia
ilusion, mancuernas de oro, y un alfiler en donde distingui unos
signos que no quise interpretar pero cuyo significado no se me
escapo en modo alguno, y Farewell me hizo sentarme a su lado,
muy cerca de el, o tal vez antes me Ilevo a su biblioteca o a la
biblioteca del club, y mientras mirabamos los lomos de los libros
empezo a carraspear, y es posible que mientras carraspeaba me
mirara de reojo aunque no lo puedo asegurar pues yo no quitaba
la vista de los libros, y entonces dijo algo que no entendi o que mi
memoria ya olvido, y luego nos volvimos a sentar, el en un sillon,
yo en una silla, y hablamos de los libros cuyos lomos acababamos
de ver y acariciar, mis dedos frescos de joven recien salido del
seminario, los dedos de Farewell gruesos y ya algo deformes
como correspondia a un anciano tan alto, y hablamos de los libros
y de los autores de esos libros y la voz de Farewell era como la
voz de una gran ave de presa que sobrevuela rios y montanas y
valles y desfiladeros, siempre con la expresion justa, la frase que
se cenia como un guante a su pensamiento, y cuando yo le dije,
con la ingenuidad de un pajarillo, que deseaba ser critico literario,
que deseaba seguir la senda abierta por el, que nada habia en la
tierra que colmara mas mis deseos que leer y expresar en voz
alta, con buena prosa, el resultado de mis lecturas, ah, cuando le
dije eso Farewell sonrio y me puso la mano en el hombro (una
mano que pesaba tanto o mas que si estuviera ornada por un
guantelete de hierro) y busco mis ojos y dijo que la senda no era
facil. En este pais de barbaros, dijo, ese camino no es de rosas.
En este pais de duenos de fundo, dijo, la literatura es una rareza y
carece de merito el saber leer. Y como yo, por timidez, nada le
respondiera, me pregunto acercando su rostro al mio si algo me
habia molestado u ofendido. ÀNo seran usted o su padre duenos
de fundo? No, dije. Pues yo si, dijo Farewell, tengo un fundo
cerca de Chillan, con una pequena vina que no da malos vinos.
Acto seguido procedio a invitarme para el siguiente fin de semana
a su fundo, que se Ilamaba como uno de los libros de Huysmans,
ya no recuerdo cual, puede que A rebours o La-bas e incluso
puede que se Ilamara L’oblat, mi memoria ya no es lo que era,
creo que se Ilamaba La-bas, y su vino tambien se Ilamaba asi, y
despues de invitarme Farewell se quedo callado aunque sus ojos
azules permanecieron fijos en los mios, y yo tambien me quede
callado y no pude sostener la mirada escrutadora de Farewell,
baje los ojos humildemente, como un pajarillo herido, e imagine
ese fundo en donde la literatura si que era un camino de rosas y
en donde el saber leer no carecia de merito y en donde el gusto
primaba por encima de las necesidades y obligaciones practicas,
y luego levante la mirada y mis ojos de seminarista se encontraron
con los ojos de halcon de Farewell y asenti varias veces, dije que
iria, que era un honor pasar un fin de semana en el fundo del
mayor critico literario de Chile. Y cuando Ilego el dia senalado
todo en mi alma era confusion e incertidumbre, no sabia que ropa
ponerme, si la sotana o ropa de seglar, y si me decidia por la ropa
de seglar no sabia cual escoger, y si me decidia por la sotana me
asaltaban dudas acerca de como iba a ser recibido. Tampoco
sabia que libros Ilevar para leer en el tren de ida y de vuelta, tal
vez una Historia de Italia para el viaje de ida, tal vez la Antologia
de poesia chilena de Farewell para el viaje de vuelta. O tal vez al
reves. Y tampoco sabia que escritores (porque Farewell siempre
tenia escritores invitados en su fundo) me iba a encontrar en
La-bas, tal vez al poeta Uribarrena, autor de esplendidos sonetos
de preocupacion religiosa, tal vez a Montoya Eyzaguirre, fino
estilista de prosas breves, tal vez a Baldomero Lizamendi
Errazuriz, historiador consagrado y rotundo. Los tres eran amigos
de Farewell. Pero en realidad Farewell tenia tantos amigos y
enemigos que resultaba vano hacerse cabalas al respecto.
Cuando Ilego el dia senalado parti de la estacion con el alma
compungida y al mismo tiempo dispuesto para cualquier trago
amargo que Dios tuviera a bien infligirme. Como si fuera hoy
(mejor que si fuera hoy) recuerdo el campo chileno y las vacas
chilenas con sus manchas negras (o blancas, depende) pastando a
lo largo de la via ferrea. Por momentos el traqueteo del tren
conseguia adormecerme. Cerraba los ojos. Los cerraba tal como
ahora los cierro. Pero de golpe los volvia a abrir y alli estaba el
paisaje, variado, rico, por momentos enfervorizador y por
momentos melancolico. Cuando el tren Ilego a Chillan tome un
taxi que me dejo en una aldea Ilamada Querquen. En algo asi
como la plaza principal (no me atrevo a Ilamarla Plaza de Armas)
de Querquen, vacia de todo atisbo de personas. Pague al taxista,
baje con mi maleta, vi el panorama que me rodeaba y cuando ya
me volvia otra vez con la intencion de preguntarle algo al taxista o
de volver a subir al taxi y emprender el retorno apresurado a
Chillan y luego a Santiago, el auto se alejo de improviso, como si
esa soledad que algo tenia de ominosa hubiera despertado en el
conductor miedos atavicos. Por un momento yo tambien senti
miedo. Triste figura debi de componer parado en ese desamparo,
con mi maleta del seminario y con la Antologia de Farewell sujeta
en la mano. De detras de una arboleda volaron algunos pajaros.
Parecian chillar el nombre de esa aldea perdida, Querquen, pero
tambien parecian decir quien, quien, quien. Premuroso, rece una
oracion y me encamine hacia un banco de madera, para
componer una figura mas acorde con lo que yo era o con lo que
yo en aquel tiempo creia ser. Virgen Maria, no desampares a tu
siervo, murmure, mientras los pajaros negros de unos veinticinco
centimetros de alzada decian quien, quien, quien, Virgen de
Lourdes, no desampares a tu pobre clerigo, murmure, mientras
otros pajaros, marrones o mas bien amarronados, con el pecho
blanco, de unos diez centimetros de alzada, chillaban mas bajito
quien, quien, quien, Virgen de los Dolores, Virgen de la Lucidez,
Virgen de la Poesia, no dejes a la intemperie a tu servidor,
murmure, mientras unos pajaros minusculos, de colores magenta y
negro y fucsia y amarillo y azul ululaban quien, quien, quien, al
tiempo que un viento frio se levantaba de improviso helandome
hasta los huesos. Entonces, por el fondo de la calle de tierra, vi
una especie de tilburi o de cabriolet o de carroza tirada por dos
caballos, uno bayo y el otro pinto, que venia hacia donde yo
estaba, y que se recortaba contra el horizonte con una estampa
que no puedo sino definir como demoledora, como si aquel
carricoche fuera a buscar a alguien para Ilevarlo al infierno.
Cuando estuvo a pocos metros de mi, el conductor, un
campesino que pese al frio solo Ilevaba una blusa y una
chaquetilla sin mangas, me pregunto si yo era el senor Urrutia
Lacroix. No solo pronuncio mal mi segundo apellido sino tambien
el primero. Dije que si, que yo era quien el buscaba. Entonces el
campesino se bajo sin decir una palabra, puso mi maleta en la
parte trasera del carruaje y me invito a subir a su lado.
Desconfiado, y aterido por el viento gelido que bajaba de los
faldeos cordilleranos, le pregunte si venia del fundo del senor
Farewell. De alli no vengo, dijo el campesino. ÀNo viene de
La-bas?, dije mientras me castaneteaban los dientes. De alli si
vengo, pero a ese senor no lo conozco, respondio esa alma de
Dios. Comprendi entonces lo que debia haber sido obvio.
Farewell era el seudonimo de nuestro critico. Intente recordar su
nombre. Sabia que su primer apellido era Gonzalez pero no me
acordaba del segundo y durante unos instantes me debati entre
decir que yo era un invitado del senor Gonzalez, asi sin mayores
explicaciones, o callar. Opte por callar. Me apoye en el pescante
y cerre los ojos. El campesino me pregunto si me sentia mal. Oi
su voz, no mas alta que un susurro que el viento se Ilevo
enseguida, y justo entonces pude recordar el segundo apellido de
Farewell: Lamarca. Soy un invitado del senor Gonzalez Lamarca,
exhale en un suspiro de alivio. El senor lo esta esperando, dijo el
campesino. Cuando dejamos atras Querquen y sus pajaros lo
senti como un triunfo. En La-bas me esperaba Farewell junto a un
joven poeta cuyo nombre me era desconocido. Ambos estaban
en el living, aunque Ilamar living a aquella sala era un pecado, mas
bien se asemejaba a una biblioteca y a un pabellon de caza, con
muchas estanterias Ilenas de enciclopedias y diccionarios y
souvenirs que Farewell habia comprado en sus viajes por Europa
y el norte de Africa, amen de por lo menos una docena de
cabezas disecadas, entre ellas la de una pareja de pumas que el
padre de Farewell habia cazado personalmente. Hablaban, como
era de suponer, de poesia, y aunque cuando yo Ilegue
suspendieron el dialogo, no tardaron, tras mi acomodo en una
habitacion del segundo piso, en retomarlo. Recuerdo que aunque
tuve ganas de participar, tal como amablemente se me invito a
hacer, opte por el silencio. Ademas de interesarme por la critica
yo tambien escribia poemas e intui que enfrascarme en la alegre y
bulliciosa discusion de Farewell y el joven poeta seria como
navegar en aguas procelosas. Recuerdo que bebimos conac y
recuerdo que en algun momento, mientras revisaba los
mamotretos de la biblioteca de Farewell, me senti profundamente
desdichado. Cada cierto tiempo Farewell se reia con sonoridad
excesiva. Cada vez que prorrumpia en una de esas risotadas yo lo
miraba de reojo. Parecia el dios Pan, o Baco en su madriguera, o
algun demente conquistador espanol enquistado en su fortin del
sur. El joven bardo, por el contrario, tenia una risa delgada como
el alambre y como el alambre nerviosa, y su risa siempre iba
detras de la gran risa de Farewell, como una libelula detras de una
culebra. En algun momento Farewell anuncio que esperabamos
invitados para la comida de esa noche. Yo incline la cerviz y
aguce el oido, pero nuestro anfitrion quiso reservarse la sorpresa.
Mas tarde sali a dar un paseo por los jardines del fundo. Creo
que me perdi.US
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Dimensions | 0.4300 × 5.2000 × 8.0000 in |
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